miércoles, 22 de febrero de 2012

Capitulo 3 "Un llamado a la puerta"

Capitulo 3
“Un llamado a la puerta” 


  Llegó el día, una pequeña luz atravesaba la ventana de la cocina e iba avanzando hasta la habitación de Enoc, donde descansaba Lorian.  El resplandor logró despertar al joven con un pequeño dolor en la cabeza. Al llevarse la mano a la misma para tomarse la frente advirtió que su cabello estaba repleto de hojas resecas. 
  El mago entendió que las hojas que estaban en su cabeza habían influido en el alivio de su malestar al absorber la fiebre. También logró ver en su pierna una saliva de color amarillo y una costura que cerraba algo que se había resquebrajado.
  Se levantó de la cama observando todo a su alrededor, las paredes de quebracho macizo, las betas de la madera pulida, el techo y cada recoveco que cabía en la habitación del enano. Era un lugar muy extraño para Lorian, ya que todo lo de su alrededor, era muy pequeño, como  creada para una vivienda ocupada únicamente por  niños. Las ventanas, redondas y muy estrechas; el techo muy bajito y la cama, incomoda para él cuerpo de un humano dado que sus pies sobresalían. Acomodo sus sandalias y se dirigió hacia la sala principal atravesándola para llegar al centro de la cabaña, donde se encontraba el comedor, sin dejar de inspeccionar todo lo que encontraba con ojo observador.
  La sala se encontraba desierta.  Al no encontrar a nadie a su alrededor Lorian llamó a su maestro repetidas veces.  Elevaba su voz al darse cuenta que las habitaciones que atravesaba se encontraban vacías. En ese momento, el mago sintió un vacío en su pecho.  Una sensación extraña ante la ausencia de su guía aunque supiera que éste no lo dejaría en manos de cualquier hombre. Siguió buscando y encontró otra habitación, más pequeña y sin puerta.  En ella había algo que hacía que se distinga del resto de la vivienda. Era una bodega de licores y vinos, llena de bebidas caseras añejadas y algunas reservas de alimentos en conserva.
  Lorian ignoró la bodega y dirigió su vista hacia una ventana cercana de la chimenea. Se acercó y logró ver a un hombrecito muy pequeño de estatura, como un niño pero no era un niño, por que los niños no llevaban barbas largas y la frente ceñida por los años, tampoco tenían la fuerza de cortar grandes cantidades de madera para el hogar ni tampoco levantar un hacha como la que llevaba este individuo, grande y pesada. Con unos troncos alzados en sus brazos iba aproximándose hacia él desde afuera.
  Lorian sintió que debía hacer algo, abrió la puerta para recibir y  ayudar al dueño de la cabaña. – ¿Lo puedo ayudar? – le preguntó con un tono amigable. - Soy Lorian, amigo de Nathanael, y su aprendiz –
- Enoc, quien te salvo la vida en la noche, y amigo del  Eclesiastés-  Le respondió el enano con tono áspero.
Esa mañana de otoño en el valle, la niebla cubría gran parte del paisaje, y el frío no ayudaba al ánimo del enano. Enoc no volvió a emitir palabra luego de las dichas en el encuentro de la puerta.
   Lorian, al contrario que Enoc, tenía muchas preguntas por hacer y tuvo que ocupar su mente en otros quehaceres para soportar la escasez de conocimientos y la  ansiedad por conseguirlos. Preparar el fuego para la hoguera, ayudar en la cocina, limpiar habitaciones  y muchas otras tareas delegadas por el enano, que de a poco se estaba convirtiendo en una desagradable compañía.
  Mientras Lorian y Enoc estaban en la cabaña, tratando de soportar el frío, Nathanael, montado en Claro de Luna, sobrevolaba los cielos de Nabuk en dirección a la ciudad de Mirna en busca de alimentos y provisiones. Casi a mitad de camino, a 500  pies de llegar a la cuidad, el mago se topó con una pequeña cantidad de soldados a paso lento, con banderas de tregua y estandartes con la figura del dragón blanco. En velocidad medio del veloz vuelo, Claro de luna se aproximó a la cuidad entendiendo lo que había visto.  Rápido como el rayo cayó sobre la tierra llegando a destino.
  Nathanael, mientras descendía de su montura, comentó la noticia a los guardias que custodiaban las puertas de la ciudad.  Estos, con toda la  velocidad que les permitían sus piernas,  se dirigieron hacia el palacio del Principal Bastian a ponerlo en conocimiento de las noticias. El mago, en tanto, se dirigió hacia los comercios que se encontraban en el patio del castillo buscando los productos que necesitaba.
  Mientras el mago se ocupaba de conseguir las provisiones, desde fuera de la ciudad de Bastian se escuchaba claramente el clamor metálico de las armaduras de los soldados que había avistado anteriormente desde el pegaso que se iban acercando hacia las puertas.
  En tono amenazante, al frente del ejército, se podía apreciar el clamor por la aparición del principal y cómo Frados era un gran conocedor de las mañas necesarias para hostigar a sus adversarios, conjugaba palabras desafiantes contra el ejército de Nabuk.
  -Oíd la voz del reino del norte, hoy se hace presente, y exige la presencia de los responsables de esta cuidad – Reclamó Frados…
  Al escuchar las demandas del emisario, desde el palacio Bastian fue al encuentro del recitador.
  Como en reiteradas ocasiones, Frados, cada vez que gozaba de la oportunidad de visitar las cuidades que luego caían ante las fuerzas de Iliam, vestía como un hombre de la realeza. Frados era un hombre de presencia, alto en su rango y que se hacía diferenciar del resto por su gran porte, su gran estatura y el lenguaje de gran señor que se había empeñado en aprender y pulir durante años de estricta educación centrada en la diplomacia y el comportamiento protocolar.
  Iliam no lo había elegido por que sí, conocía sus habilidades de confundir la verdad con la mentira y de manipular el idioma a su voluntad a la hora de entablar discusiones en política o  cualquier otra área logrando que siempre sus oponentes terminen dándole la razón ante sus aparente mente irrebatibles fundamentaciones.
  Era un gran ilusionista de las palabras y no había otra persona que se asemejara a él. Frados era un gran artista, por lo menos así era como él mismo se describía.
– Solo un gran artista puede dibujar una sonrisa en el rostro de un adversario -.
  Es por todo esto que el emisario se encontraba en esos momentos en las puertas del palacio de Bastian, porque no cabía ninguna duda sobre sus cualidades.
  El principal inconveniente para la lengua viperina de Frados radicaba en que en esas tierras, no existía disfraz ni palabra alguna para confundir a los leales del trono de Nabuk. Es así que el emisario fue sabiendo claramente las palabras que utilizaría para sostener su posición.
  - Yo soy Frados, el gran y único emisario real, y nadie más lleva las palabras que fueron directamente dirigidas hacia mí por el gran rey Iliam. Poseedor del reino del norte, y….
  Esta vez no pudo terminar la frase que tenía entre manos ya que el general lo interrumpió bruscamente.
  - Soy Bastian, Principal de la cuidad de Mirna y general del ejercito de Nabuk, ¿que te a traído hacia mi, y a este pueblo? – Replicó Bastian a su contrincante acompañando su cuestionamiento, que por el tono de su voz se asemejò al rugido de un león de las llanuras, con una acechante postura propia de su inmenso en cuerpo y su gran hombría.
     Frados por primera vez sintió temor por su vida, sabía que estaba hablando con un hombre de armas, que en su vida había sido participe en guerras incalculables e incalculables batallas tanto verbales como físicas. Sus rasgos toscos, y su armadura plateada parecida a un tigre de grandes colmillos realmente justificaban el temor del emisario oscuro.
Tuvo que apaciguar el lenguaje, tragarse y digerir su altanería.
- Soy Frados, emisario del rey Iliam y traigo una carta dirigida a esta ciudad -. Con la voz enaltecida leyó el pergamino que llevaba consigo….

“Mis saludos a mis hermanos de sangre. Saludos y buena vida les doy al pueblo de Mirna. A ti me dirijo Bastian que eres señor de señores en todo el reino de Nabuk. Hermano de la espada y la verdad. He visto en ti un espíritu noble y de gran valor, mis ojos se han posado sobre tu ciudad y en la gente que llevas adelante y defiendes día a día.
  En mis pensamientos están aquellos que quieren librarse de la opresión del rey, y su vasto y lujurioso recinto en el que habita. Mis oídos han escuchado las plegarias que arrojaron al viento y que ese mismo viento trajo hasta mí.
  He pisado la tierra reseca en la primer temporada de lluvias mientras constataba que el cielo no derramaba sus lágrimas para refrescar sus rostros sucios. He visto como los cuerpos de los Haznos se derrumbaban en la tierra por el mal pastoreo, sus brazos fatigados de tanto sembrar la tierra  que el frió la desarmaba para la cosecha. Y aquí estoy de tan lejos y tan cerca, por que ustedes son mis hermanos y no mis enemigos.
 Quiero pedir al pueblo de Mirna que sean aliados de mi misma causa, hermanos de la misma madre y como padre los recibiré con los brazos abiertos. Volver a ver a nuestros hijos al otro lado de las grandes montañas. Volver al verdadero Padre. Volver a hacer uno y todos.
 Hablo una sola vez; el que quiera escuchar que escuche y el que no, vuelva a refregarse la cara.
 Para el pueblo de Mirna he hablado. 

Rey Iliam de las cuidades del norte.”

Luego de leer la carta, el principal dio la orden de la retirada del emisario con enfado y menosprecio. Antes de la retirada de Frados, Bastian tomó la carta arrancándola de las manos del emisario. Luego unos escoltas llevaron al emisario y a sus soldados hacia afueras de la ciudad, que hasta perder la vista desde Mirna fueron escoltados.
  Bastian miró la carta que tenia entre manos, arrugó la misma y la arrojo sobre la tierra. Luego fue en busca de los guardianes que habían dado la noticia del encuentro.
-Ustedes, ¿como es que han visto a estos hombres?- Bastian sonaba como un león en la pradera, queriendo tomar por si su lugar en la tierra.
- El mago… el mago nos advirtió de los soldados, el mago con su pegazo blanco..- Los guardias titubeaban asustados por el tono de voz amenazante del principal. En ese preciso instante, Bastian recordó las palabras de los guardias cuando entraron al palacio diciendo que el Eclesiastes  había llegado y que avistó unas tropas que se dirigían hacia la cuidad.
  -Nathanael…. ¡¿Donde esta el mago?!- Los generales que estaban alrededor del principal se miraron confundidos al no poder responder lo que Bastian, ya fatigado, les preguntaba.
 -Si nos quiere ver, nos encontrara-. Bastian y sus generales volvían al palacio para discutir los planes de la batalla que pronto les tocaría enfrentar.

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