martes, 10 de enero de 2012

Capitulo 2 "Un huesped inesperado"



Capitulo 2
“Un huésped inesperado”

  Estaba sentado en su silla mecedora fumando su tabaco con resinas aromáticas para ofrecer  gusto agradable junto a la hoguera disfrutando del humo de su pipa, pensando en lo que podría llegar a preparar para la cena.
  -Un poco de esto, mezclado con un poco de aquello- murmuraba Enoc pensando en agregar algunas hierbas al gustoso jabalí que había cazado en los alrededores de la cabaña. Pues allí, en el valle de las luciérnagas, el espesor del follaje era abundante y por ello los  animales solían alimentarse en él.
  El valle comenzaba a apreciarse desde el comienzo del bosque elfico hasta quedar a mitad de camino hacia la comarca de Edhoen por el norte, la otra mitad en el este, se perdía a unos pasos de  toparse con la cabaña del enano.
 Enoc había vivido muchas estaciones en el valle. Desde joven, antes que iliam tomara las tierras del norte, el enano había decidido marcharse de las Tierras Altas del Norte.
 El enano en sus tiempos de juventud pasaba los días dibujando mapas del territorio. Enoc era un conocedor de todos los lugares, recovecos, pasadizos, parajes, valles, y bosques del continente. Desde el sur donde se encontraba ubicada La Península de las Algas Perladas, con los tritones hasta su madre tierra en las montañas del norte.
  Había dedicado su vida a vagar por todos los paisajes imaginados e increíbles que podía ofrecer la sabia naturaleza. La misión de vida del enano tenía su parte satisfactoria en el hecho de ser el conocedor de cada piedra de las montañas, de cada árbol de los bosques y cada gota de los rios, pero al mismo tiempo el contratiempo de ir trasformándose cada vez más en un solitario enano, que iba de aquí para allá solo con sus pergaminos y tintas para matizar lo que llegaban a ver sus ojos.
  Enoc no tenia esposa ni hijos, él era el único retoño de la familia y eso empezaba a pesar sobre la mente del hombrecito. Las labores y contradicciones de su empleo eran una tarea difícil de realizar ya que pocos eran los elegidos para realizar tal labor. Eran pocos los elegidos para la misma ya que para llevarla a cabo con éxito necesitaban el don del pintor y en ella Enoc era uno de los mejores.
  Tenía muchos encargos, ya que por donde fuera le hacían pedidos para labrar o cincelar planos de las distintas costumbres y razas por donde pasaba.
  En una noche fría y de espesa niebla, Enoc siempre encendía todas las luces de la casa. Los faros de la puerta, los faros de los costados, y un faro en la mitad del camino hacia el valle. La pequeña cabaña a lo lejos se veía como un punto amarillo y era fácil distinguirla de la noche oscura.
  Estaba calentando la comida.  Una vez estuvo a punto, sentado a la mesa, con los cubiertos en la mano cortó un trozo del animal.  La carne rosa estaba a punto, jugosa y tierna. Cerró los ojos y bendijo la comida, terminó con una reverencia hacia el plato de comida y cuando estaba preparado para dar el primer bocado, se escucharon el intenso batir de unas grandes alas  en las afueras de la cabaña,  el enano miró hacia la ventana sin darle importancia a lo que sus oídos escuchaban. Probó el primer bocado que resultó ser muy gustoso, hizo otro corte a su jugosa cena y cuando se disponía a llevar el trozo a la boca percibió otra aleteada mas y un relinche.  Eso capto la atención de Enoc que se obligó a si mismo a dejar la cena por completo. No fue la aleteada que pudo percibir lo que lo atrajo sino el relincho ya que podría pertenecer a la montura de un extraño peregrino en busca de alimento y refugio o tal vez un bandido.
  Abrió la puerta y sosteniendo su hacha de caza con  la mano libre. Giró su cabeza hacia los costados y no encontró nada a la vista, tomó el farol que colgaba junto a la puerta y dio unos pasos hacia delante. Miró para un lado y para el otro y nada. Luego, al suponer que fue su imaginación la que estaba provocando los ruidos en su cabeza, dio la vuelta hacia la casa y, mientras volvía a aproximarse a la mesa, murmuró - Ya estoy tan viejo que mi imaginación juega con mi paciencia-.
 Se sentó en la silla junto a la mesa y cuando se disponía a reanudar su banquete probando el segundo bocado que estaba enfriándose escuchó otra vez el aleteo. Furioso se levantó y se abalanzó sobre la puerta.  Al abrirla el encuentro inesperado de lo que aguardaba delante de ella lo dejó paralizado.
 Era el Eclesiastés que se había presentado en la puerta junto a Claro de Luna y un individuo que no llegaba a distinguir.
 -Viejo amigo, necesito tu servicio. Traigo conmigo un joven con una herida sangrante- le dijo Nathanael al enano con una nota de  preocupación en su voz.
 -Mi señor, mi morada es tu morada. Entremos rápido para curarlo cuanto antes- le suplicó Enoc.
 Así pasaron la helada noche en socorro de Lorian, sin que Nathanael tuviera la necesidad de explicar nada de lo sucedido al enano. Enoc, hábil en curaciones, utilizó agujas e hilo para coser el corte de la pierna y unos lienzos de hojas de parra y sabia de sauce para aliviar el dolor.
 Lorian sumergido en el dolor y la enfermedad, preso de la fiebre, alucinó a sus padres como si estuviesen frente a él viéndolo agonizar - Padres míos, quiero volver a casa, con mis hermanos- Lorian se durmió alucinando y despidiéndose de los fantasmas de su pasado que lo acosaban en la enfermedad.
 Pasaron varias horas durante las cuales uno de los pocos sonidos que se escucharon alrededor de la solitaria cabaña fueron los  gritos de Lorian por las visiones y el dolor. Salvo por las expresiones de dolor del joven todo estaba todo en calma.  Mientras el mago y el enano se encontraban sentados soportando una carga en los hombros que no podían sacarse. Cansados y agobiados fumaban el tabaco que le quedaba al enano preocupados por la situación del aprendiz.
  Casi toda aquella noche ambos fueron guardias del pequeño mago.  Dejaron pasar el tiempo de vigilia contando historias de antaño, travesías que habían hecho juntos, y aventuras que los ayudaron a pasar las horas. Al comienzo del amanecer, y viendo que la situación de Lorian había mejorado, se propusieron a descansar. En sueños el enano y el mago volvieron a vivir sus viejas aventuras.